La compleja interacción entre la temperatura y la determinación del sexo en reptiles es un área de estudio de creciente importancia, especialmente ante el contexto del cambio climático. Investigaciones recientes están desvelando cómo las fluctuaciones térmicas no solo afectan el sexo de las crías, sino que también pueden modificar procesos genéticos esenciales, con profundas implicaciones para la evolución y supervivencia de estas especies.
Un fenómeno destacado es la inversión sexual inducida por la temperatura. En especies como el dragón barbudo central (Pogona vitticeps), se ha observado que temperaturas de incubación elevadas pueden transformar embriones genéticamente masculinos (ZZ) en hembras funcionales. Estas hembras, aunque reproductivas, a menudo conservan características conductuales y morfológicas masculinas, lo que sugiere una intrincada relación entre la genética y el ambiente en la definición del fenotipo. Este fenómeno ha sido documentado tanto en entornos de laboratorio como en poblaciones silvestres, evidenciando una notable plasticidad evolutiva en estos animales.
Además de la determinación del sexo, la temperatura ejerce influencia sobre la maquinaria genética reproductiva. Estudios realizados en el gecko de tierra de Guibé (Paroedura guibeae) han demostrado que temperaturas extremas, tanto altas como bajas, pueden alterar la recombinación meiótica. Este proceso, vital para la diversidad genética, se ve afectado de tal manera que se incrementan los entrecruzamientos (crossovers) y la fragmentación del ADN. Estas alteraciones podrían tener consecuencias a largo plazo en la estabilidad genómica y la capacidad adaptativa de la especie, subrayando la delicada interconexión entre el entorno y la herencia genética.
La investigación en este campo, impulsada por avances en secuenciación genómica y análisis moleculares, busca dilucidar los mecanismos precisos que vinculan las señales térmicas con las cascadas genéticas y hormonales que rigen el desarrollo sexual. Científicos de instituciones como la Universidad de Canberra y la Universitat Autònoma de Barcelona están liderando estos descubrimientos, explorando el papel de genes específicos y vías de señalización, como la relacionada con la hormona antimülleriana (AMH). La comprensión de estos procesos no solo enriquece el conocimiento de la biología evolutiva, sino que también proporciona herramientas potenciales para la conservación de especies de reptiles amenazadas por el calentamiento global.
Estos hallazgos son particularmente relevantes en el contexto actual, donde el aumento de las temperaturas globales presenta desafíos sin precedentes para la biodiversidad. La capacidad de las especies para adaptarse a estas condiciones cambiantes dependerá en gran medida de su flexibilidad genética y de los mecanismos que regulan su reproducción. La investigación sobre la determinación del sexo dependiente de la temperatura en reptiles no solo revela la fascinante adaptabilidad de la vida, sino que también resalta la urgencia de abordar las causas subyacentes del cambio climático para salvaguardar el futuro de estos y otros organismos.