El amoníaco (NH3) está emergiendo como un actor clave en la transición hacia el hidrógeno verde, clasificado por su intensidad de emisión de carbono. En 2021, la producción mundial de amoníaco alcanzó aproximadamente 180 millones de toneladas, principalmente para fertilizantes nitrogenados, con el resto utilizado en productos farmacéuticos y textiles.
Actualmente, la producción de amoníaco depende de combustibles fósiles, contribuyendo con más del 1% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Los métodos tradicionales emiten 2.3 toneladas de CO2 por tonelada de amoníaco a partir de gas natural y hasta 3.9 toneladas a partir de carbón. El amoníaco azul, producido utilizando tecnología de captura de carbono, reduce las emisiones pero no las elimina por completo.
El amoníaco verde, derivado de hidrógeno verde a través de la electrólisis del agua utilizando energía renovable, presenta una opción prácticamente libre de carbono. Este método es competitivamente económico en regiones ricas en recursos renovables, aunque su adopción generalizada aún está en desarrollo.
Los avances recientes en la tecnología del amoníaco permiten su 'craqueo' en hidrógeno, convirtiéndolo en una solución rentable para el transporte de energía a largas distancias. Con la industria marítima apuntando a emisiones netas cero para 2050, el amoníaco verde podría convertirse en un combustible bajo en carbono escalable, siempre que se aborden los desafíos técnicos y se establezcan normas de seguridad adecuadas.
Para acelerar la adopción del amoníaco verde, son esenciales herramientas financieras para reducir los costos de inversión, la agilización de permisos para acceder a energía renovable y el apoyo político para mejorar la competitividad en costos.