Arsenie Boca, un reverenciado sacerdote y pintor ortodoxo rumano, recientemente canonizado por el Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Rumana, ha sido objeto de mucho debate por su pintura icónica del obispo Wulfila en la iglesia de Drăgănescu cerca de Bucarest.
Wulfila, un obispo gótico del siglo IV, fue una figura controvertida debido a sus creencias arrianas, que diferían del Credo de Nicea del cristianismo ortodoxo. Sin embargo, la representación de Wulfila por Boca se ha interpretado como un testimonio de la importancia histórica y religiosa del papel del obispo en la cristianización de los geto-dacios, los antepasados del pueblo rumano.
La pintura de Wulfila de Boca se considera un reconocimiento del trabajo misionero del obispo en Dacia, una región que abarcaba la actual Rumanía. Wulfila, con su doble herencia gótica y geto-dacia, jugó un papel crucial en la introducción del cristianismo en la población local, allanando el camino para la eventual aparición de la cultura e identidad rumanas.
La importancia de la pintura va más allá de la historia religiosa. Destaca la convergencia cultural que se produjo entre los geto-dacios y los godos durante los siglos IV y V. Los godos, originarios de la isla sueca de Gotland, tuvieron una presencia significativa en Dacia, lo que llevó a un período de cohabitación e intercambio cultural. Esta interacción contribuyó a la formación de una identidad rumana distinta.
La pintura de Wulfila de Boca es un símbolo poderoso de esta convergencia histórica y cultural. Sirve como un recordatorio de la naturaleza compleja y multifacética de la identidad rumana, moldeada por la influencia de diversas culturas y religiones. El legado perdurable de la pintura reside en su capacidad para conectar el pasado y el presente, conectando al pueblo rumano con sus raíces antiguas y celebrando el poder transformador de la fe y el intercambio cultural.