En la remota Región de Magallanes y la Antártica Chilena, cerca de Cabo de Hornos, una formación geológica con forma de rostro ha capturado la atención pública. Esta característica natural, que presenta una cabeza en forma de V con lo que parecen ser ojos grandes, es un claro ejemplo de pareidolia, un fenómeno psicológico donde el cerebro humano percibe patrones familiares, como rostros, en estímulos ambiguos. El Dr. Robin Kramer, experto en percepción facial de la Universidad de Lincoln, explica que nuestro sensible sistema de detección de rostros puede llevarnos a ver caras en patrones inexistentes, una capacidad que los psicólogos evolutivos sugieren pudo ser un mecanismo de supervivencia ancestral para identificar rápidamente amenazas.
La fascinación por encontrar rostros en formaciones naturales es un fenómeno recurrente, como lo demuestra la conocida "Cara de Marte", que inicialmente observada por la sonda Viking 1, resultó ser una formación geológica natural moldeada por la erosión al ser vista con mayor resolución. La pareidolia, término derivado del griego "para" (al lado) y "eidolon" (imagen), se asocia comúnmente con la atribución de características humanas a la naturaleza. Estudios, como una investigación finlandesa de 2012, sugieren que las personas con creencias paranormales son más propensas a la pareidolia. El Profesor Kevin Brooks, psicólogo de la Universidad Macquarie, señala que tendemos a clasificar cualquier cosa vagamente parecida a un rostro como tal por precaución psicológica. Si bien estas interpretaciones son cautivadoras, la explicación científica se centra en la pareidolia como una manifestación de cómo nuestro cerebro procesa la información visual, una tendencia arraigada que nos ayuda a dar sentido al mundo y que incluso se explora por su potencial para mejorar la creatividad y el bienestar mental.